sábado, 10 de enero de 2009

Triste realidad

Las familias están solas para enfrentar la drogadicción entre los jóvenes

Mientras la corrupción calle a las autoridades y la irresponsabilidad sea la ética de los que informan, las familias tendrán como única opción ejercer el amor y los valores si aún están a tiempo; si sus jóvenes han sido atrapados por el consumo de drogas y el consecuente vandalismo, deberán prepararse para perderlos o luchar a contracorriente porque en el lado de los malos tiene todo para ganar

Por Alejandra Olay

Limpiaba el último bote de basura y ahí le encaró un rostro evitado desde temprano. El titular del diario era contundente: RATERO. La palabra retumbo en sus oídos como si sus ojos hubieran gritado. Ahí estaba Pedro, acusado de robo en grado de tentativa. La nota era peor que el rostro desmejorado del hijo, nieto, sobrino, hermano, del amigo que estaba en los camiones, oficinas, hospitales, en botes de basura...

Llevaba una mochila con herramientas… eran las tres de la mañana… cortó los cables de la luz y el teléfono…las mujeres que vivían ahí se dieron cuenta, alguien intentaba entrar…llamaron al 066… insistió….en su declaración dijo saber que estaban solas y sería más fácil…se evitó una posible tragedia…

Alma supo de su encierro la noche anterior. Los hijos reaccionaron al dolor de saberle en problemas. Ella asumió la indiferencia.

- No te conocemos amá, tu siempre apoyando a tus hijos; esa cárcel es muy peligrosa, pero parece que no te importa, qué no piensas en él.
- ¿Él pensó en mí?

Puntual había llegado al trabajo con los nervios clavados en la emoción. Sonreía con ánimo de que pronto pasara la jornada. Se digirió a las oficinas y cuidadosamente quitó páginas a los periódicos de aquel miércoles, el segundo del año nuevo, para que nadie supiera, que nadie la relacionara con esos apellidos impuestos a nueve de sus hijos, uno de ellos protagonista del parte policiaco que ameritaba la de ocho.

Pero la lectura era inevitable. Estaba en portada. Si la hoja hubiera sido más grande amá, más grande hubieran hecho la foto, le dijeron a través del teléfono, cuando hubiera deseado escuchar que nadie hablaba del tema. No se dio cuenta del escarnio del Beto Bandido en la radio, tampoco de los juicios profesados en los cafés. Pero sí de sus compañeros hojeando el tabloide que dejó registrado el crimen de Pedro, el de 20 años, el que tiempo atrás había atropellado a una joven que no resistió el accidente. Fue terrible, contaba Alma al recordar ese episodio que había sido peor y del que había logrado sacarlo.

Pero ahora de qué serviría gastar lo que no tenían, lidiar con abogados, dar vueltas y vueltas en carro, porque a pie u olvídate, es muy difícil. Y es que a mí se me hace que desde aquel accidente mijo no quedó bien, yo quería llevarlo a un sicólogo pero ya sabes, no quiso. Ella lo visitó y la ayuda consistió en una frase: Depende de él.

Pedro no podía solo y por eso autorizó que lo sorprendieran mientras dormía y se lo llevaran a un centro de rehabilitación formado por ex adictos. Se escaparía tiempo después, con un rencor guardado y el retorno a una guarida en el hogar.

Los recuerdos se agolpan y saca a colación su incursión en las drogas, sus largas ausencias y la tristeza compartida con su esposo al ver a su niño, si le decías quédate ahí, ahí se quedaba. Alma habla quedito en el pasillo del hospital mientras un par de enfermeras toman la presión a su madre, internada ese mismo miércoles por neumonía.

Con un dolor seco en los labios, teme que llegue la noche y despertar con su hijo en lágrimas no previstas, teme imaginar al joven que podría vengarse de él allá adentro y por eso se fija un plazo no mayor a un mes para guardar la indiferencia y ver si por lo menos puede cambiarlo al reclusorio nuevo, al que está más limpio.

Quizá Pedro vuelva a llamar a su mujer y pregunte por sus padres y no por los suegros de ella. Quizás los hijos entiendan la resistencia de Alma en su afán de castigarlo para que aprenda, para que se haga responsable. Él decidirá si se mejora o empeora. Quizá los medios dejen de hablar de Pedro y los hermanos entiendan que será difícil compartir pronto una tarde, con el viento colándose por la sala y la música norteña llenando de ambiente a la familia.

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