
La imaginación se desborda en los niños (y algunos adultos), cuando los cuentos les rondan en palabras de quienes les leen. Que impaciencia acomodar apenas las letras para formar palabras; que delicia tener una lectora o lector a la mano o al narrador naturalito que saborea historias y las comparte. A Maqroll le gusta imaginar que un señor llamado Álvaro de apellido Mutis lo escribió a él. Me pide abrir el libro Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, para saber qué está pasando, a dónde le han enviado a viajar o qué ha pasado al enamorarse de alguna chica.
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