lunes, 18 de agosto de 2008

dientes

Era una buena chica, pero su dentadura lo arruinaba todo. Si le pedíamos información de última hora, era la primera en responder al llamado. Nuestros correos la tenían ahi con un "espero que te sirva". Cómo no, era eso y más, todo estaba en el archivo adjunto con pelos y señales inimaginables. Quién hubiera pensado en incluir la hora exacta en la que se había realizado la revisión más reciente del boceto número 25 del cartel que no terminaba de aprobarse. Nadie, solo ella.

Pero su dentadura. Esa línea accidentada de colmillos y dientes sobrepuestos, con el color tenue que deja el café y los cigarros y quizás los genes, porque en verdad era demasiado. Cuando le tocaba exponer era como escuchar el chirrido del gis sobre el pizarrón. Pero era buena, tenía un corazón de pollo. Podrías bajarle su quincena, sacarle un raite para viajar a dos polos de la ciudad y no pedirte absolutamente nada.

Sigo sin entender porqué se fue. Nunca nos burlamos de sus dientes, aunque no dejábamos de verlos en cada exposición, en cada presentación pública, interna, siempre interna, pero finalmente a los ojos de 20 personas. Pero tratábamos de que no se diera cuenta, de que no sintiera nuestras preguntas en la mirada. Por qué no te arreglas eso muchacha?!

La extrañamos tanto. Quizás hubiera sido preferible reunir una buena suma de dinero antes de saberla cansada de apretar su boca, de verla apurar su voz al hablarlos y de saberla lejos de aquí, quizás en un lugar donde los ojos no ven lo que no hace falta.

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