martes, 1 de diciembre de 2009

Última función de Güevos rancheros

Recibí esta noche la noticia de parte del director de la Compañía Teatral del Norte, Sergio Galindo, sobre la despedida de los escenarios de la obra Güevos rancheros. Luego en Mi Carta de Hoy, de Alejandro Islas tras una lectura rápida del contenido dedicado mayoritariamente a la información política o, debo decir, casi nunca a la actividad artística y cultural de Sonora. El caso es que me he topado con este anuncio de la despedida de Güevos rancheros, con un comunicado adjunto de su creador y director, el dramaturgo Sergio Galindo. Sirva este espacio para compartir la despedida de esta obra, escrita por el director de la Compañía Teatral del Norte. Por lo pronto, me preparo para ir y revivir en el recuerdo las diversas ocasiones en que me tocó ver este montaje coyuntural en el movimiento teatral de Sonora. Aunque sobre decir: Pasen la voz.

ÚLTIMA FUNCIÓN DE GÜEVOS RANCHEROS
12 de diciembre
Auditorio Cívico del Estado
Función de develación, 8:30 PM.
Función con el elenco original.

Sergio Galindo comparte:
No sólo se trata de dos mil noches sobre el escenario en cada función; hubo también mañanas y tardes. Las anécdotas alrededor de dos mil funciones son innumerables. El saldo: la riqueza de un público que convirtió cada una en un auténtico convivio, multitud de amigos entrañables, crecimiento profesional, valiosas experiencias, tablas, muchas tablas. Y también historia.15 años en cartelera y dos mil funciones, quiérase o no, hacen historia. Hay qué reconocerlo para asumirlo. Negar el orgullo que esto supone sería negar el compromiso que entraña. En los tiempos que corren resulta muy difícil -si no imposible- encontrar otro montaje en el teatro mexicano con tal número de funciones, así sean a salto de mata. Del de efe a Tijuana son muy pocos los lugares donde no se haya dado una función – y aún temporadas de tres a cien- de Güevos rancheros. Y habría qué sumar Estados Unidos. En medio de aquélla tremenda crisis del 94 –uno tiene la sensación de que se trata de la misma que hoy nos aqueja en reedición aumentada, nunca corregida-, un 17 de agosto, en Hermosillo, en la esquina de Yáñez y Veracruz, un modesto restaurante se negaba a ser uno más de los hundidos por la precaria situación económica y apostó por el teatro. Y sobrevivió. El propietario del extinto restaurante Monte Grande, José Manuel Real Valencia, había hecho caso a su sensibilidad por encima de los fríos números y bajo señalamientos de intrépido cuando no de temerario, no sólo nos abrió las puertas, sino que hizo adecuaciones al lugar para dar inicio a una temporada que habiéndose en un principio planeado para viernes y sábados, a dos semanas de iniciada, ofrecía funciones a partir del martes con la condición de que los interesados reservaran hasta con 15 días de anticipación. La audacia de éste hombre entrañable, inteligente y osado,por más señas mi compadre como diría Rulfo, obtuvo con creces su recompensa. Y con él, claro, también el grupo que formábamos lo que luego sería y continúa siéndolo, la Compañía Teatral del Norte, compuesto por -menciono primero a las damas. Había dos sobre el foro, una abajo- María Antonieta Rosas en su insuperable personaje de Vanesa –la guilochis-;Marco Antonio López, con su entrañable doña Jesusita; Irineo Álvarez, con su original, odiado y festejado –todo a un tiempo- Mundo; y Kico y Monchi, los muñecos representativos del prototipo serreño sonorense, pícaros y mitoteros, interpretados por el gran Manuel Ramírez y por Sergio Galindo, autor y director de la obra. En los creativos, dos Robertos: Roberto Méndez el escenógrafo de Sonora y el genial Roberto Algarra en la música original, acompañado por el talentoso Isaac Peña. Pieza fundamental del grupo resultó ser sin lugar a dudas, Blas Anguiano, escenotécnico de gran compromiso, profesionalismo y amor al teatro, al que acompañaron en su tarea diversos tramoyas. Muchos kilómetros recorrimos juntos. La travesía en una combi sesentera que como el caballo blanco -de Culiacán hasta Tijuana- subió a paso muy lento por la rumorosa y de regreso, al llegar a Hermosillo dio su último y ennegrecido expiro, pinta fielmente aquélla Compañía de auténticos titiriteros del ya pasado Siglo. En un juego de números que ayudaran a dar una idea de cuantas personas han visto “Güevos rancheros”, podríamos calcular muy conservadoramente 50 por función, lo que nos daría un total de cien mil . En aproximaciones más cercanas podemos decir que de las dos mil funciones dadas en restaurantes, bares, salones, centros nocturnos, plazas, patios, corrales, parques, pueblos, ciudades, ranchos, rancherías, ferias y teatros, hemos tenido desde cero espectadores –en Pesqueira, al lado de San Pedro, cerca de Hermosillo, por falta de difusión no fue nadie a vernos, por lo que no la contamos, pues no la dimos- hasta más tres mil, en la Feria Canaco de Hermosillo, donde develó placa nuestro querido amigo el actor Héctor Bonilla.No hemos develado placa de cien en cien funciones como correspondería. Pero las que llevamos, nos han hecho el honor de develar, en orden aleatorio, el mismo Héctor Bonilla, Demián Bichir, Octavio Galindo, Jesús Ochoa, José Ramón Enríquez, Diego Luna, Rodrigo Murray, el director de cine Luis Valdez y su esposa Carmen, Jorge Russek, Mauricio Herrera, Jorge Luis Ibarra, Roberto Méndez, Marco Mendoza, Manuel Borbón, Alicia Encinas. Un noventa y cinco por ciento, o quizá más, de las funciones, han sido dadas por los mismos Kico y Monchi, Manuel Ramírez y Sergio Galindo. Por los demás personajes han pasado, Melina Rosas, María Félix, Maru Haro, Elizabeth Vargas, Marreyna Arias, Belén Gil, Francisco Verú, Rodolfo Nevárez, Osvaldo Sánchez, Mariano Sosa y Paulo Sergio Galindo. Todos ellos, con Roberto Méndez y Blas Anguiano, serán quienes develen la placa de las 2000. Paulo Sergio vió la obra de su padre a los 10 años. No hace mucho, luego de haber terminado su carrera de actor, le tocó subirse y hacer a Mundo. Fue el aviso. El llamado al que ahora atendemos.Se ha cerrado un ciclo. El ciclo de Güevos rancheros. Se abre uno nuevo.Expresamos por ello nuestras más sentidas gracias a todos aquéllos que nos dieron su apoyo de diversas formas y maneras. Al público, culpable de ésta hazaña: muchas gracias. Quedan para la historia éstos guevos, los “Güevos rancheros”.

1 comentario:

Carlos Mal dijo...

Es oficial: el Club Chufa por fin destruyó el regionalismo. Misión cumplida. De nada, Sonora.

Mucha suerte a Sergio Galindo en sus derroteros más cosmopolitas, que yo sé que sí los tiene.